En la senda del tricentenario: progreso, medio ambiente y democracia

El día 17 de septiembre del 2011, los chilenos en Francia nos reunimos en Savigny le Temple para festejar los 201 años del cabildo que dió inicio a la independencia. Durante todo el día, a 14 mil kilómetros de la capital, nos dimos el lujo de revivir la tradicional fonda dieciochera con nuestra música, nuestras comidas y nuestros temas.
La agenda cívica permitió abordar contenidos de fondo además de abrir el espacio a un referéndum simbólico. Esta fue mi contribución, la que tomó forma de un discurso.

Por: Rodrigo Olavarría, Fundación Danielle Mitterrand.

Parece ser que con el cambio climático la primavera se adelantó en Chile. Desde las manifestaciones Mapuche, pasando por Punta Choros, Hidroaysen y los estudiantes, hemos visto instalarse una crítica generalizada al modelo de país, al chilean way.
Las importantes manifestaciones de mayo producto de la aprobación de Hidroaysen dejaron sin voz a más de uno. ¿Cuándo se había visto tanta gente defendiendo literalmente nuestra tierra pidiendo que no se le pegue un tajo a Chile? Es la mayor movilización ciudadana por la defensa del medio ambiente que el país haya conocido. El grito se hizo más fuerte cuando los estudiantes pusieron en el debate público las injusticias estructurales del modelo de sociedad de mercado.
Hemos visto cómo poco a poco la sociedad chilena despierta de un gran letargo. ¿Trauma post dictatorial? ¿Triunfo mundial del capitalismo? ¿Consolidación de los establishement? Lo que sea, vemos que el modelo de progreso que prometía el mercado tiene limitaciones profundas en materia ecológica y humana:
- Se ven a través de la destrucción del valle de Copiapó, del Loa, de la bahía de Chañaral, de pueblos como Caimanes, de la bahía de Mehuín, del Bio-Bio y en todos esos rincones en donde la destrucción ha precedido al supuesto “progreso”.
- Las selvas de araucaria y toda su flora y fauna han desaparecido bajo las botas de los pinos y eucaliptos, grandes consumidores de agua, de biodiversidad y de sangre Mapuche.
- La ambición siendo tanta, quieren seguir progresando gracias a la destrucción impuesta por mega proyectos, estableciendo así círculos viciosos: como Hidroaysen, 6000 millones de dólares, 5 represas, 2000 kilómetros de cableado y todo para más minería; como Pascua Lama, proyecto que deja poco a Chile comparado a lo que se llevan y con lo que destruyen (glaciares, ríos, valles, pueblos, biodiversidad…) y los tantos y jugosos proyectos mineros, energéticos que amenazan cotidianamente la vida de nuestra gente y de sus ecosistemas.
- ¿Y qué decir de la privatización de las semillas y el uso de transgénicos? ¿Se imagina usted que alguien venga y le diga que es el inventor el poroto? ¡Y de ahí, que no puedes plantarlo sin su autorización!
- ¿Es normal que las aguas sean consideradas como un bien de mercado, un recurso, siendo la base misma de la vida? Recordemos que el que controla el agua lo controla todo. No hay producción sin agua, ni pueblo, ni planta, ni nada!
- Lamentablemente no es un asunto de izquierda y derecha. Los dos grandes bloques están metidos hasta las patas!!!
Salir del todo "recursos".
Hemos tomado la costumbre de decir “recurso naturales” olvidando las otras dimensiones del medio ambiente. Gracias al concepto de “recurso” lo podemos medir, embalar y vender, poco importa lo que ello cueste. Los bosques, los ríos, lo que da el mar, lo que esconden las montañas, los glaciares, hasta las personas se han transformado en recursos. En ese modelo, el ser humano tiene una doble función: producir y consumir. Los derechos como la salud y la educación se transforman en bienes de consumo, la vida en una tensión eterna producto de la competitividad y el tiempo en oro.
No han comprendido y no les interesa hacerlo, es el espejismo del crecimiento económico como modelo de progreso, con poca o nada de visibilidad a largo plazo, que les hace lanzarse al vacío sin pensar.
“Chile creció económicamente 8 %... estamos bien”, dirán los grandes titulares y los adictos a la sociedad de mercado.
Pero si a ese crecimiento le restamos dimensiones que no son tomadas en cuenta como el impacto al medio ambiente, los accidentes, las enfermedades, la desigualdad… ¿que quedaría del crecimiento económico? Da nauseas el constatar que el aumento del Producto Interno Bruto (PIB) se forja en gran parte gracias a la reconstrucción post tsunami y terremoto.
Debemos abandonar la ideología que pretende que el crecimiento económico traerá el progreso para todos. Eso es imposible. ¿Cómo crecer al infinito en un país en donde los recursos que explotamos no son renovables? ¿Cómo el interés privado puede asegurar el interés de todos? Al igual que la idea que el medio ambiente es principalmente un recurso, el desarrollo humano y la sostenibilidad ecológica a través del crecimiento económico es un mito. Las organizaciones internacionales lo tienen muy claro.
Reinventemos el progreso!
La concepción de progreso que deseamos para Chile debe ser puesta en el debate. ¿Pero cómo? A través de mayores indices de democracia. Es evidente que debemos evitar que nuestros hijos hereden un país en peor estado comparado al que nosotros hemos recibido.
Desde la cuna de nuestra chilenidad, los pueblos originarios tratan de explicarnos el sentido de la tierra y su equilibrio. Antes que el occidente descubriera la ecología política, ellos ya tenían el rango de guardianes ancestrales de la Mapu y de la Pacha Mama. Nos alertaron, pero no los escuchamos porque siendo “indios” los miramos en menos. Esto demuestra que nuestra idiosincrasia sigue estando colonizada y que aun nos falta andar para curar a la chilenidad de su esquizofrenia. SOMOS UN PUEBLO MESTIZO! Hay que sacudir los viejos fantasmas y abrir el baúl de los tabúes.
En este primer año que ha abierto las puertas al tricentenario de Chile, no puedo más que desearles que aprendamos de nuestras raíces el mensaje ecológico y humano que tratan de entregarnos.
Porque se hace urgente la construcción de otro modelo de sociedad, que tome lo bueno y deje lo contraproducente, inventando, insertándonos en conciencia y sin complejos en la globalización con exigencias propias en función del desarrollo que pretendemos, uno compartido, respetuoso de la diversidad, en particular para con los pueblos originarios y garante de nuestro medio ambiente, que no es otra cosa que nuestra casa.

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