La industria del salmón se ha
convertido en un caso emblemático de éxito comercial en nuestro país, un rápido
auge económico ha logrado posicionar a la industria como uno de los principales
productores a nivel mundial, siendo en la actualidad superado sólo por Noruega.
Sin embargo y al igual que en cualquier otro sector productivo intensivo en la
extracción y exportación de recursos naturales, el éxito económico se
contrapone con un alto impacto ambiental y social en las zonas donde se
desarrolla.
Alrededor del 95% de la
producción salmonera se concentra en las regiones de Aysén y Los Lagos (principalmente Chiloé),
un gran área altamente codiciada para la producción acuícola debido a las
invaluables características de los ecosistemas que existen, valiosos por su
conformación casi única en el planeta - fiordos, estuarios y canales-, de
valiosa biodiversidad y ricos en recursos marinos. Para la comunidades que allí
se emplazan este territorio es considerado un bien común que les ha pertenecido
de manera ancestral y que debido a la rápida expansión de la industria del
salmón han visto como se ha ido degradando.
En el año 2007, la ausencia de
regulaciones, la nula capacidad de fiscalización por parte de los organismos
públicos y la codicia de la industria por crecer ilimitadamente, llevaron a que
se registrara el inicio de uno de los episodios más oscuros que ha vivido el
sector, cuando se confirma la presencia de la anemia infecciosa del salmón (ISA
por su sigla en inglés) en un ejemplar de Salmón Atlántico –principal especie
producida y exportada en Chile. El virus se propagó velozmente y sin control
por la principal zona productora ubicada en la región de los Lagos que entonces
concentraba más del 85% de la producción nacional, desatándose así la mayor
crisis sanitaria que ha vivido la industria y causando graves impactos
ambientales, sociales/laborales y económicos.
La crisis sanitaria mostró sus
efectos hasta el 2010, año en el cual se registra la menor producción histórica
del sector con 466 mil toneladas. A partir del año 2011 el panorama comienza a
cambiar con la reactivación de la industria y el crecimiento productivo, el
cual se mantiene hasta la actualidad. Durante el año 2014 se alcanzaron cifras
históricas que permitieron restablecer los niveles mostrados previos a la
crisis sanitaria. Según datos publicados por Subpesca, la estimación de
cosechas de peces registradas al mes de noviembre (acumulado), alcanzó cifras
cercanas a las 750,6 mil toneladas, siendo superior en un 8,7% a lo registrado
durante el mismo periodo del 2013. De las cuales se obtuvieron retornos por US$
3.756 millones en exportaciones.
Si bien, actualmente el panorama
de la industria es diferente -debido a algunas medidas regulatorias y
legislativas que se debieron tomar para hacer frente a la crisis vivida- los
niveles de producción y el crecimiento ilimitado que está mostrando la
industria nos ponen en alerta y nos hacen recordar los episodios vividos
durante la crisis sanitaria. Cabe destacar que durante abril de 2015 termina la
moratoria que se estableció en la entrega de concesiones en las regiones de Los
Lagos y Aysén, por tanto si el Gobierno no logra extender esta moratoria,
eventualmente veremos cómo la industria sigue expandiendo de forma muy riesgosa,
afectando ecosistemas únicos.
Aunque la industria aparente que
la crisis del 2007 fue superara, en los hechos no es así, el fantasma de la
crisis sanitaria siempre está presente más aún cuando el panorama de la
industria muestra como prioridad la expansión y el crecimiento ilimitado, donde
la amenaza que el virus ISA se transforme en una epidemia ha sido permanente.
De hecho, durante el año 2014 se confirmaron tres brotes de ISA, el primero
detectado en enero en dos jaulas del Centro Traiguén 1, pertenecientes a la
empresa Invermar, ubicados en el centro de la Isla de Chiloé. El segundo en el
mes de octubre, esta vez en el centro Ballena 4, propiedad de la empresa
Salmones Cupquelán S.A, en la zona sur de la Región de Aysén. Y por último, a
finales de diciembre se confirmaron dos centros de agua dulce con la cepa
ISA-HPR0, se trata de la piscicultura Copihue, de Marine Harvest; y la de Río
Unión, de Granja Marina Tornagaleones.
En este sentido y tomando en
cuenta los antecedentes históricos que tenemos es importante poder mantener a
raya a la industria, evitar que se siga expandiendo de forma indiscriminada y
así impedir que el crecimiento económico se vuelva la prioridad única de las
compañías. Para lograr esto, es necesario que el Estado y las entidades
públicas pertinentes regulen y fiscalicen de manera oportuna y efectiva a este
sector, evitando que episodios como los vividos durante la crisis sanitaria se
vuelvan a repetir.
Así como los episodios que se han
desarrollado en la industria del salmón, otros hechos ambientales que
acontecieron durante el año 2014 y que fueron parte de la coyuntura ambiental
pueden ser revisados en el Balance Ambiental -que como es habitual- realiza
anualmente Fundación Terram y que se titula Sacrificando
Chile Por la Inversión Presidenta: ¿Zonas de sacrificio o justicia ambiental? y
está disponible en www.terram.cl
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